Este mes de octubre para mí es especial. Ya se cumplen 10 años desde la primera vez que entré en contacto con la Danza Oriental. Nunca había visto a ninguna bailarina en directo, no conocía a nadie que se dedicara o que asistiera a clases, no había sentido nunca ningún interés ni inclinación por este estilo en concreto... y sin embargo, un día me encontré a mí misma buscando en internet un lugar donde dieran clases ¡y para allí que me fui!
Recuerdo que el primer día estaba a la espectativa, no sabía muy bien a qué iba. Pero, al escuchar la música, sentí una conexión interna inexplicable, una sensación de expansión que era casi como levitar. Fue como reencontrarme con algo muy familiar, en cierto sentido fue como volver a casa.
Desde entonces ha sido un camino de ir descubriendo en mí diferentes facetas, sensaciones y formas variadas de expresión. Gracias a la danza he ido dándome cuenta de mis rigideces, de mis bloqueos y mis limitaciones. He realizado la importancia de saber moverse sola y también la de contar con el grupo, y que estas dos cosas no están reñidas ni son incompatibles; yo diría que son ambas necesarias. He conocido gente con inquietudes similares, he establecido vínculos de hermandad y cariño con mujeres increíbles. He compartido la emoción de cuando las cosas salen bien y se disfrutan, así como también los nervios, el estrés y las lágrimas de desesperación por obstáculos en el camino, y la alegría de poder superarlo entre compañeras. Estudiando los ritmos, he experimentado los DUM y los TAK incluso en el sonido de la nevera o la cafetera. He bailado esperando al tren, haciendo tareas de casa, subiendo las escaleras... ¡porque cada instante es danza! He sentido la magia de la música en directo y me he abrumado ante la belleza del momento en que música y danza se funden en un sólo movimiento... y esa es mi aspiración.
Por otro lado, he tenido la suerte de estar en contacto con profesionales, profesoras y bailarinas, que me han enseñado (algunas veces sin pretenderlo, ha sido simplemente fijándome en su forma de hacer) más que conocimientos, los valores y las virtudes que hacen grande a una persona más allá de la danza. Porque aunque cuando se sale a un escenario se interpreta un papel, en esos momentos surge lo que verdaderamente hay dentro de cada un@, y eso se percibe antes, durante y después de las actuaciones. En los camerinos, vestuarios y entre bambalinas se aprenden muchas cosas: compañerismo, solidaridad, altruismo, generosidad, eficacia, resolución, humildad, respeto... Por eso para mí es tan importante la figura de la profesora o profesor que me enseña, porque cada detalle cuenta y se refleja en l@s alumn@s (aunque no siempre).
Estoy muy agradecida también a todas las alumnas que he tenido hasta ahora, porque con ellas fui y voy aprendiendo y creciendo. No hay palabras para describir la satisfacción de poder compartir risas, bromas, vivencias, anécdotas... en un ambiente de confianza, apoyo y cariño como el que hemos creado ¡y lo hemos hecho juntas!
Estoy muy feliz por todo este camino recorrido, por lo aprendido y por lo compartido. Poco a poco se va cumpliendo pasito a pasito el gran anhelo que mora en mi interior. Voy caminando hacia una danza viva. Espero poder seguir viviendo la danza y compartiéndola muchos años más, siempre con profundo respeto y amor a ella y a la vida.
De corazón, muchas gracias a tod@s por hacerlo posible.
